El diseño gráfico está mucho más integrado en nuestras vidas de lo que solemos pensar: la revista que compraste ayer, los libros de texto, los carteles de discotecas, la organización del supermercado al que vas a hacer la compra; todo contiene diseño, de mejor o peor calidad, para ayudarte a comprender lo que te presentan.
¿Qué es el diseño gráfico?
Otl Aicher, fundador de la escuela de diseño Ulm y creador de los pictogramas que representaban a los deportes en las olimpiadas de Munich de 1972, nos cuenta que a lo que el diseño se dedica es a “ilustrar la filosofía técnica y económica de una empresa, y la imagen de la empresa revela el carácter de la misma, define su mentalidad. El diseñador es el filósofo de la empresa, el que, sea cual sea dicha mentalidad, la hace perceptible”. Es decir, el diseño no es «una cosa», es un proceso mental, es imaginar, es proyectar, es crear.
Pero a diferencia de un artista, el diseñador no parte de sí mismo a la hora de crear una pieza, si no que interpreta lo que su cliente quiere transmitir y lo transforma de manera que pueda comprenderse de un sólo vistazo: la función del diseñador es crear una comunicación entre la empresa y los posibles clientes.
¿Para qué sirve el diseño gráfico?
Una de las bases del diseño gráfico es organizar la información y presentarla de manera que sea comprensible de un sólo vistazo. Para esto, los diseñadores se sirven otras disciplinas, como la fotografía, el dibujo, los diagramas, el lettering, etc. Después, usan herramientas para combinarlo todo, como los programas de diseño, aunque antes de que estos existieran, los diseñadores se apañaban bastante bien con las hojas de Letraset y haciendo collages. Al final, la manera de comunicar no es lo importante, siempre y cuando el público reciba el mensaje: los diseñadores son como magos, que transforman una información que suele venir en palabras a imágenes, dándole poder a lo visual y traduciendo el mensaje a un lenguaje universal.
Podría decirse que el diseño gráfico tiene tres funciones principales: persuadirte, ya que debe convencer al público de que tu marca o producto son la única opción válida, a través de valores emotivos y filosóficos, o sea, el mensaje debe afectar al comportamiento. Identificar tu marca, ya que la distingue y la dota de reconocimiento. Y por último pero no menos importante, informar, ya que explica todo aquello a lo que tu marca se dedica, aunque sea a grandes rasgos.